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Cátedra Fátima Al-Fihri: Una apuesta por el saber compartido, no un caballo de Troya diplomático

La reciente firma del convenio entre la Universidad de Córdoba y la Embajada del Reino de Marruecos para la creación de la Cátedra de Relaciones Hispano-Marroquíes “Fátima Al-Fihri” ha suscitado titulares que, lejos de celebrar el valor del diálogo académico y cultural entre dos países vecinos, se afanan en alimentar la sospecha y el prejuicio.

Uno de esos titulares, que califica el acuerdo como un supuesto “logro” de un “régimen” que “controla las universidades” y “limita las libertades”, no sólo descontextualiza los hechos, sino que manipula el sentido mismo de lo que representa esta iniciativa. ¿Desde cuándo el impulso del conocimiento mutuo entre pueblos se convierte en amenaza? ¿Desde cuándo una cátedra universitaria pasa a ser un frente político?

La Cátedra Fátima Al-Fihri, cuyo nombre rinde homenaje a una de las figuras femeninas más relevantes en la historia del saber universal —fundadora en el siglo IX de la Universidad de al-Qarawiyyin en Fez, considerada la institución académica más antigua del mundo en funcionamiento—, nace con el objetivo de estrechar lazos, no de imponer narrativas.

Resulta llamativo que, en lugar de analizar el contenido académico del proyecto —intercambios, seminarios, investigaciones conjuntas— algunos sectores opten por enfocar sus críticas en el contexto político, como si Marruecos careciera de legitimidad cultural o histórica para colaborar con instituciones europeas. No es la primera vez que se intenta reducir la presencia cultural marroquí a un simple juego de influencias, olvidando siglos de coexistencia, colaboración e historia compartida.

Marruecos, con sus luces y sombras, como cualquier otro país, tiene derecho —y, más aún, responsabilidad— de fomentar espacios de entendimiento, especialmente con su vecino natural: España. Tachar toda iniciativa marroquí de sospechosa, sin analizar sus méritos, es caer en una visión sesgada que perjudica tanto a los ciudadanos españoles como a los marroquíes.

El rector de la Universidad de Córdoba, Manuel Torralbo, lo expresó con claridad: “Este espacio académico, cultural y humano, nos permitirá fortalecer los vínculos históricos con Marruecos.” ¿No es ese precisamente el espíritu que deberíamos abrazar en tiempos de polarización y desinformación?

Acusar a una cátedra universitaria de ser una herramienta propagandística sin siquiera conocer sus contenidos, participantes o metodología, no es periodismo crítico: es prejuicio disfrazado de análisis.
La Universidad de Córdoba no ha “cedido” ante ninguna presión. Ha tomado una decisión valiente, coherente con su vocación de centro de pensamiento plural, libre y abierto al mundo. Y Marruecos, lejos de imponer, ha propuesto. Porque el conocimiento no se impone: se comparte.

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