Política

Irán apoya al Frente Polisario, grupo de raíz terrorista

El martes 17 de junio, durante una concentración en Madrid en apoyo a Irán y lo que los organizadores denominaron el «Eje de la Resistencia», el embajador iraní en España, Reza Zabib, volvió a dejar entrever la postura histórica de su país en favor de movimientos calificados por muchas naciones como radicales o incluso terroristas.

En un momento ampliamente comentado entre los presentes, un participante se identificó como oriundo del Sáhara Occidental y expresó su solidaridad con Irán, deseándole la victoria frente a «la opresión imperialista». Según su propio relato, el embajador Zabib respondió con una sonrisa y afirmó: “Yo también deseo que el Sáhara Occidental sea libre e independiente”.

Aunque no se trató de una declaración oficial ni emitida ante medios, estas palabras —citadas por testigos— no son anecdóticas. Reflejan una constante en la política exterior iraní: el alineamiento con causas separatistas o insurgentes bajo el discurso de la «resistencia contra la opresión», muchas veces sin tener en cuenta los contextos regionales ni las implicaciones diplomáticas de tales afirmaciones.

En fotografías difundidas tras el evento, puede verse al embajador iraní abrazando a individuos asociados con el Frente Polisario, un grupo con historial violento y vínculos con redes de inestabilidad en el Sahel. Este tipo de acercamientos simbólicos son altamente reveladores de la visión geopolítica de Irán, que sigue utilizando el lenguaje de la “resistencia” para justificar su alineamiento con actores cuestionados internacionalmente.

 Irán no solo interfiere discursivamente en asuntos sensibles para Marruecos, sino que además respalda abiertamente —en foros regionales y mediante apoyos no siempre declarados— a grupos islamistas radicales con un historial de violencia y desestabilización.

Este acto, celebrado en suelo europeo, expone nuevamente la estrategia de Teherán de internacionalizar su narrativa ideológica bajo una estética diplomática, sin asumir el coste político de su apoyo a actores que fomentan la radicalización y la desestabilización en regiones sensibles como el norte de África.

La instrumentalización de causas locales por parte de Irán, como la del Sáhara Occidental, no responde al interés de los pueblos, sino a un esquema más amplio de influencia, propaganda y confrontación contra sus adversarios geoestratégicos. Este tipo de intervenciones simbólicas, aunque cuidadosamente ambiguas, constituyen un desafío directo al principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países.

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